miércoles, 7 de abril de 2010

Palabras: algo importante.




Y en ese momento lo supe. Supe que tenía que ir a Saturno. Supe que la tenía que ayudar.
Bueno, supongo que esto no tendrá mucho sentido para vosotros, dado que no conocéis la historia; pero si seguís leyendo os enteraréis.
Estáis leyendo mi diario, cosa que me debería molestar, pero como soy yo la que os lo ha enseñado, no tengo derecho.
Me llamo Cecilia, tengo 17 años y vivo en Mónaco. Soy de tez clara, rubia y con ojos verdes. Me gustan bastantes los deportes,aunque esa es una pequeña parte de mí. A
la otra parte le encanta leer y encerrarse en el cuarto para escuchar música, pensar, o sencillamente pasar un rato a solas.
Estoy en bachillerato y llevo bien los estudios. Pero esto no siempre fue así... La asignatura que peor se me daba el año pasado era lengua (y debo añadir que por eso
no me gustaba demasiado, sólo admiraba la parte de literatura), pero mi antigua profesora, la señorita García (no quería que la llamáramos por su nombre), se empeñó en
que hiciera una ''especie'' de diario, y digo ''especie'' porque no era íntimo ;la señorita García dijo: ''Te ayudará a escribir mejor a la vez que te diviertes''. En
ese momento pensé que la señorita García era una loca, literaria a la que a veces daba miedo escuchar. Pero aquí estoy yo, pasó el curso y sigo escribiendo mi
diario (salvo que esta vez es íntimo).
Pero ahora no estoy escribiendo para contaros mis estudios, estoy escribiendo para contaros una historia algo rara, pero a la vez increible. Empieza así:

Era un día soleado y yo iba al instituto, como todos los días. Estábamos en el 4017 y yo tenía quince años. Aquella mañana se me hizo eterna, como de costumbre. Al
volver a casa, me encontré a mi madre preparando la comida. Estaba haciendo mi plato preferido: carne con tomate acompañado de patatas fritas. Eso me sorprendió. Ella
no solía llegar antes de las cinco de la tarde, y eran las tres y media. Mi madre se llama Paula, es morena y de ojos marrones. Como podéis ver no nos parecemos demasiado.
Cortando mis pensamientos me dijo:
- ¡Hola, Ceci!
- Hola mamá,¿qué haces aquí?- al formular estas palabras ella me miró extrañada y con una muda pregunta en la cara. Por toda respuesta miré el reloj.
- ¡Ah!-dijo al entender a qué me refería- Es que hoy no tenía mucho trabajo. Además, lo puedo hacer aquí, así que he decidido venirme antes.
- ¡Genial! ¿Te apetece que te ayude a hacer la comida? - me ofrecí. Me encantaba cocinar con ella. Nos lo pasamos bastante bien, aunque al final siempre acabábamos
empapadas de los ingredientes que usáramos.
Ya después de quitarme las patatas del pelo y de ducharme para deshacerme de la salsa de tomate, me puse a hacer los deberes. Aunque eran pocos ejercicios resultaban algo
largos, por lo que tardé un rato en resolverlos.
Al librarme por fin de las tareas, me fui a leer a la cama. Estaba leyendo un libro de fantasía. Se llamaba 3333, e iba sobre un chico del futuro que por error
llega al pasado. Allí conoce a una chica que le ayuda a adaptarse a alquel mundo desconocido del que él no tiene ni idea. Era un poco antiguo. Lo encontré en el desván
de mi abuela. Ella dijo era de su propia tatarabuela.Eso me interesó y empecé a leerlo.
En ese momento estaba leyendo la parte en la que descubría cómo podría volver a su época. Pero ya era hora de cenar, por lo que dejé el libro en la mesa.
Después de cenar vi un poco la televisión, y luego me acosté.
Al día siguiente, cogí el coche como todas las mañanas para ir al instituto. No sé en que siglo leeréis esto, por lo que lo voy a poner: hay algunos coches que hoy en
día pueden volar, pero como son nuevos, cuestan bastante. Por lo que todavía me conformo con un vehículo terrestre. Antes de llegar al instituto, paré en una estación
de servicio.
Esta estaba en la autopista, y curiosidamente al lado quedaba un bosque. Mientras esperaba a que el señor me diera la vuelta, observé atentamente aquel nido de árboles.
Esperaba encontrar troncos con ramas y hojas, y si acaso alguna ardilla. Pero vi a una chica a lo lejos que medio segundo antes no se había encontrado allí. Pero antes
de que pudiera encontrarle una respuesta lógica a su rapidez, o incluso antes de poder pestañear la chica había vuelto a desaparecer; pero esta vez, fue desapareciendo
de abajo hacia arriba, como si se hubiera caído en algún sitio. Cogí casi volando la vuelta y salí corriendo incluso más deprisa hacia el bosque. Llegué al cabo de
dos minutos. No me esperaba lo que ví; allí encontré un gran cráter en cuyo centro había una cápsula. En medio de ella parecía haber una compuerta. Me aventuré a acercarme.
Le di unos golpecitos a aquel objeto extraño que acababa de descubrir. Pero enseguida pegué un salto hacia atrás, ya que en la espesura sonó una de voz musical.
-¿Quién eres? - preguntó la chiquilla que momentos antes había visto caer. Se me quedó mirando con expresión curiosa.
- Lo mismo digo.- contesté- ¿Cómo te llamas? ¿Y qué eres?- pregunté observando la enorme cápsula.
- Por cortesía deberías responder, ya que yo he preguntado primero.- me quedé con la boca abierta. Nunca me habían dicho eso, y me dejó algo traspuesta, por lo que respondí:
- Me llamo Cecilia.
- Yo me llamo Teal y creo que tú me definirías como extraterrestre.
La miré un largo rato, con precaución.
- ¿De dónde vienes?
- De Saturno, ¿no lo ves? Es obvio - me quedé mirándola preguntándome por qué había dicho eso. Aquella "niña" cada vez me daba más miedo-. Tengo el pelo morado
amarillento, unos dedos con forma más o menos de aros y tengo una piel y una temperatura corporal propia de Saturno, aunque hoy estoy algo fría, sólo tengo 50 grados
centígrados.
-¡¿Dices que estás a cincuenta grados y que es poco?!- estallé.
- Claro, quizás para ti sea mucho pero para mi es poco, ya que Saturno está más alejado del Sol que la Tierra.
- Emmmm.....vale- dije asiminandolo-, tengo unas cuantas preguntas, ¿te las hago todas a la vez o poco a poco?
- Considero que será más correcto una por una.
- Vale, la primera: ¿ dices que vienes de Saturno...?
- Ajá- me interrumpió.
- ¿y qué haces aquí?
De momento Teal se puso triste.
- Tuve que huir de mi hogar...
- ¿Por qué?
- Porque ha llegado un hombre a mi planeta. Se llama Marcos, y ha robado las palabras lectura, saber y planeta.
- Las palabras no se pueden robar.
- Pues claro que sí. De diferentes formas, la verdad. Sólo con obviarlas o borrarlas de la cabeza se roban.- me dijo algo enfadada.
- Vale... ¿Y por qué ha hecho eso?
- Al parecer lo había intentado con otros planetas, pero no lo había conseguido. Solo en mi planeta hay un material que no es conocido en la Tierra, con eso lo ha logrado.
Mira, la palabra lectura, porque al parecer no le gustaba leer; saber, porque de pequeño en el colegio to dos se burlaban de él porque era un poco tonto, porlo que
robando esta palabra a conseguido ser el más inteligente; y planeta para que no pudiéramos pedir ayuda.
- Entonces, ¿ en tu planeta nadie sabe nada, ni lee nada ni conocen la existencia de otros planetas?
Negó con la cabeza.
- Vaya...- murmuré- Pero si tú eres de ese planeta, tampoco deberías conocer las existencia de esas palabras.
- Es que en el momento que Marcos llegó a Saturno, yo estaba en una excursión en Venus, por lo que no me afectó.
- Bueno,¿ y qué haces aquí? En este planeta no vas a pasar desapercibida. - le dije señalandola con la mano.
- Ya lo sé. He llegado aquí por error. En realidad quería ir a Jupiter a buscar ayuda.
- Am. Pues te has desviado un poco -dije para bajar un poco la tensión.
- Cierto.- mi idea funcionó: se rió un poco- ¡Ah! TEngo una idea, ¿por qué no me ayudas tú?
- ¡¿Qué?!- su idea me había dejado transtornada y asustada.
- Sí vente conmigo y ayudame a vencer a Marcos, por favor...
- ¡No!
- ¿Por qué?
Busqué rapidamente una buena respuesta.
- ¡Porque me helaría!
- ¡Que va!¡No te preocupes! En mi planeta se había inventado una crema especial, para cambiar la temperatura, ya que por allí pasan muchos seres de otro planeta.
- No, lo siento. No puedo ayudarte.- en ese momento me di la vuelta y me marché, pero ya a unos metros unos sollozos. Yo no podía con los lloros, siempre que alguien
lloraba, me entraba una pena muy intensa. Y en ese momento lo supe. Supe que tenía que ir a Saturno. Supe que la tenía que ayudar.
Volví corriendo al lugar donde había estado hablando con Teal. Ella levantó la cabez al oirme, con los lagrimosos.
- ¿Cuándo nos vamos?
Ella se quedó sin palabras y empezó a tartamudear hasta que consiguió decir:
- Ahora, ya, cuando quieras.
- Vale, dime que tengo que hacer.
- Subirte.-dijo mientras abría la puerta.
- Vale, vamos allá.-dije antes de entrar.
Antes de salir llame por teléfono a mi madre y le dije que me iba a qedar en casa de una amiga y que no se preocupara. Después apagué el móvil y despegamos.


Saturno era un lugar increíble. Salvo, porque la gente era igual, bueno, más bien todo era singular.
Por las calles, Teal me contó que Marcos no tenía ejercito ni nada, sino que lo que le hacía el más poderoso era que en ese planeta era el único que "sabía". Aunque eso
era cierto hasta que llegamos nosotras.
Nos acercamos a su casa y hablamos con él, aunque más que hablar le saltamos en la cara:
- ¿Pero qué te crees?- gritó Teal.
- ¿Cómo se te ocurre robar las palabras?- No sabía por qué, pero fue en ese momento en el que me dí cuenta de que Marcos era muy bajito.
- ¡Eh, eh, eh! ¡Un momento! Os lo explicaré- se defendió Marcos al ver que a nosotras no se nos habían olvidado las palabras. Nos explicó exactamente lo que me había
contado Teal ante de salir.
- Muy bien, ¿pero como pòdemos devolver al planeta las palabras?- preguntó Teal.
-¡Ah! ¡Eso es secreto!
Esa fue la gota que colmó el vaso, por lo que instintivamente le agarré por el cuello de la camisa azul que llevaba. No suelo ser agresiva pero en ese momento no podía
más, sólo quería volver a la Tierra y descansar.
- Canta ya, enano- le dije.
-Vale, vale. Solo hay que devolver las palabras al diccionario y hacer que todoel mundo lo lea.
- Muchas gracias- dije satisfecha.
- De nada, pero suéltame -lo hice en cuanto lo dijo.

Nos fuímos de esa casa y empecé a hablar con Teal:
_ ¿Qué vas a hacer ahora?
-Intentar lo que ha dicho- dijo apuntando hacia la casa.
-Vale, ¿pero antes me puedes llevar a la Tierra?- pregunté. Habían pasado dos días desde que había salido hacia Saturno, así que mi cuartada no iba a durar mucho más.
- Claro- dijo al comprenderme-, venga vamos.


Tardamos un día más en volver. Cuando llegamos y salimos de la nave, empecé a andar hacia el bosque. Al ver que Teal no me seguía me dí la vuelta.
-¿ No vienes?- pregunté.
- No , tengo un planeta que arreglar- me sonrió.
-cierto - me despedí de ella. Aunque hubiera pasado poco tiempo con ella le había cogido cierto cariño.
Ya había empezado a andar hacia mi casa cuando me dí cuenta de que tenía que ir en coche.¡El coche! Seguramente se lo había llevado la grúa. Bueno, iba a tener que coger
un taxi o ir a pie. Miré la carretera y ví un taxi. Estaba de suerte.

Al cabo de una semana me llegó una carta de Teal (no sé cómo), diciendo que había conseguido salvar a su planeta. Me alegré por ella, y sólo deseé que en la Tierra
nunca desapareciera una palabra.







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